44.COORDINACIÓN Y MANOS SIN ERRORES
Las manos tiesas son una tragedia en las clases de música. De todos los aspectos, éste es el que causa más preocupación. Los profesores en las escuelas tradicionales se topan con este ‘problema’ en seguida, y se esfuerzan por trabajar las manos de sus alumnos desde la primera clase, y por el resto de sus vidas. ¿Cuántos alumnos han venido a aprender música y han salido con hermosas palmas redondeadas y dedos rectos, pero sin el más mínimo deseo de tocar? No conozco ninguna profesión que tenga que lidiar con el trabajo de las manos y dedos que esté tan obsesionada con “estar demasiado tenso.”
Han alguna vez han escuchado de un niño de un año, que apenas ha logrado pararse, que sea entrenado para hacer pasos de ballet para que “¿no desarrolle un caminar erróneo?” Y qué tal un bebe que toma por primera vez una cuchara, y se le quieran impartir clases de etiqueta mientras su niñera se pregunta con ansiedad ¿por qué no ha aprendido a cortar con cuchillo?
Algunas veces, me parece que los profesores de piano son pioneros que vienen de otro planeta. Evidentemente, los niños nacidos ahí salen del vientre con manos redondeadas y la habilidad de tocar música de los libros con dinamismo, por supuesto. Y respecto a las “manos tiesas,” bueno, son un raro defecto de nacimiento, y la misión de un verdadero profesor es salvar al niño y arreglar sus manos lo más rápido posible.
Aún antes de aprender cuál tecla es cuál, al alumno ya se le pide colocar sus manos correctamente en el teclado. El profesor insiste en que el alumno curve sus palmas y gasta mucho de su tiempo explicando exactamente cómo debe hacerlo. Imaginemos que llegamos a nuestra primera clase de manejo. Por supuesto, lo que queremos es sentarnos frente al volante y manejar pero desafortunadamente, el instructor es un hombre de deber; las manos son lo más importante para él y nos dice que cuando coloquemos las manos en el volante, estas deben verse relajadas y libres. Debemos girar con ligereza de dedos, o ¡nunca podremos manejar correctamente! Puede ser que no estemos en condiciones de arrancar y parar con suavidad, de controlar la velocidad o el giro, pero esto casi no le importa al instructor; constantemente nos dice que la colocación de nuestras manos es “¡incorrecta!” y de cualquier modo, todos sus esfuerzos son en vano. No sé ustedes, pero cuando yo tuve por primera vez en mis manos el volante, desde que lo tomé, ¡lo sostuve para siempre! Solamente mucho después, con la experiencia, aprendí a manejar relajadamente.